Pasar en la cárcel la primera de las noches de una larga serie que durará años, debe de ser uno de los infiernos más temidos. Uno presume al condenado con la mirada fija en el techo o en las paredes de esas celdas frías, estrechas, horribles, y lo imagina con un terror gredoso inundando su cabeza y desparramándose por el resto del cuerpo.
Luis Lobos, ex intendente peronista de Guaymallén, y su ex mujer Claudia Sgró, también funcionaria en aquella gestión, vivieron en carne propia esa primera noche carcelaria el viernes pasado (22/4/22). Político de ambiciones desaforadas y de una audacia ídem, Lobos fue puesto entre rejas (tiene varios procesos) por atentar contra los dineros de los contribuyentes de Guaymallén al haber armado una red de empleados ñoquis que cobraban sueldos sin trabajar y que aportaban la mayor parte de esos dineros al matrimonio Lobos-Sgró.
En realidad, por esta causa ambos habían sido condenados en 2019, pero tanto él como su ex mujer seguían en libertad por una serie de apelaciones interpuestas por sus abogados defensores, resortes legales que se fueron cayendo uno tras otro. La pandemia, que hizo a la Justicia mucho más lenta de lo habitual, también «favoreció» a esta pareja cuyo derrotero ha estado signado por la corrupción.
Los ojos
El viernes pasado mientras caía la tarde, también se desvanecía el castillo de naipes levantado por Lobos con dineros mal habidos mientras era concejal, presidente del Concejo Deliberante e intendente de Guaymallén.
El desprestigiado político escuchó la lectura del fallo que ordenó su inmediato envío al penal mientras sus ojos transmitían una mezcla de desvanecido desafío y de profunda desazón.
Con los ojos bien abiertos, Lobos pareció querer recuperar vestigios de aquella osadía con la que había hecho y deshecho en la Comuna de Guaymallén donde empezó como agente raso del Concejo Deliberante e hizo un máster en malas artes políticas que lo llevaron a terminar como un intendente escandalosamente enriquecido.
También frente a esos jueces, pero en la fila de atrás de Lobos, Claudia Sgró, ahora separada, escuchó a los usías con los ojos entornados hacia los costados o hacia el piso. Ella también empezó de abajo en la Comuna y terminó de funcionaria top y primera dama municipal.
Por aquel entonces ella solía dar entrevistas en las que contaba un relato idílico de puro esfuerzo cotidiano en bien de la comunidad de Guaymallén. Y ante las crecientes sospechas de enriquecimiento, ella aseguraba que todo en su vida lo había conseguido trabajando «a pico y pala».
Una mansión con parque y piscina en un country de la calle Tirasso, un departamento, lotes, terrenos, autos, camionetas y cuatriciclos se empezaron a amontonar entre los bienes de un matrimonio cuyos integrantes siempre habían sido empleados municipales y que de ninguna manera podían justificar tales inversiones.
Danza con Lobos
Lobos estaba convencido de haberse hecho un nombre propio y creado una fortuna en muy poco tiempo a base de sus innatas habilidades. Creía realmente en las virtudes de quien se construye a sí mismo. Después de todo, nos demostraba sin verbalizarlo, que no eran tan necesarios mayores estudios ni tampoco el decoro.
Hasta soñó con ser candidato a gobernador. Su gran maña fue estar siempre al salto para sacar tajada de lo que fuera. Este buscavidas de alma encontró en la política el cauce para desarrollar sus audacias peligrosamente cercanas al delito, acción antijurídica por la cual finalmente se dejó tentar sin oponer ninguna resistencia.
Notable fue el empaque que Lobos y su esposa empezaron a exhibir cuando se forraron en plata dulce. Ropa nueva y de mejor calidad, zapatos de marca, carteras de cuero, accesorios. Lobos hizo de la barba cuidadosamente rasurada, un estilo. Sgró ya no tuvo que ahorrar en peluquería y el rubio dudoso de su cabello creció para el lado de los platinados. Siempre había algún detalle que los delataba como nuevos ricos.
Comenzaron a lucirse en actos y saraos oficiales donde danzaban e intentaban desarrollar, con escasa suerte, las difíciles artes de las relaciones sociales. Si efectivamente pretendían llegar a la Casa de Gobierno de Mendoza era imprescindible aceitar esas maneras. Empezaron a darse cuenta de que no todo era obtener réditos dinerarios de formas guarangas. Pero era tarde, ya habían dejado muchas señales en contrario y los habían calado.
Por ahora, Lobos deberá cumplir una condena de 4 años y 6 meses de prisión. Sgró, un poco menos: tres años y 4 meses. Por el resto de sus vidas no podrán ocupar cargos públicos. Decimos «por ahora» porque en agosto les espera otro juicio por sus variadas trapisondas lo cual podría sumar un nuevo eslabón condenatorio a su historia carcelaria.
Tanta desfachatez anti republicana no podía quedar impune.